“Intentar ser un lugar donde la exclusión se convierta en recuperación”. El Centro de Día de Salud Mental Ranquines, de Cáritas Diocesana de Salamanca, cumple ocho años persiguiendo este objetivo, ofreciendo acompañamiento y oportunidades de recuperación a personas en situación de vulnerabilidad relacionada con la salud mental. Ante este VIII Aniversario del proyecto, este miércoles se ha llevado a cabo un acto de celebración en la Residencia Universitaria Padres Paúles, sede del centro, donde han acudido integrantes y trabajadores del centro junto con diversas autoridades.
Entre estas personalidades se encuentra José Manuel Lázaro, coordinador del proyecto; Rosa López, subdelegada del Gobierno en Salamanca; Carmen Calzada y José María Rodríguez, directora y secretario general de Cáritas Salamanca; Eva Picado, diputada provincial de Bienestar Social, Igualdad y Juventud; y María Cruz Gacho, concejala de Bienestar Social, Mayores e Infancia de Santa Marta de Tormes.
Tras comenzar el evento a las 18:00 horas con una eucaristía presidida por el obispo de Salamanca, José Luis Retana, el acto se ha trasladado a la ‘Sala Verde’ de los Padres Paúles para dar pie a la presentación de la memoria 2024 con los datos del último año relaciones con salud mental y, en concreto, con la actuación del Centro de Día de Salud Mental Ranquines.
Este repaso comenzaba, en un primer momento, con el testimonio de dos integrantes del centro de día: “Gracias a los Padres Paúles por dejarnos un cachito de su casa para que fuese también la nuestra”, decía uno de ellos. Después de su intervención, el acto ha continuado con la charla del coordinador José Manuel Lázaro, que ha sido el encargado de hacer un repaso por la memoria del año 2024, siempre en torno a una idea: “Cuando hablamos de personas con problemas de salud mental estamos hablando de vecinos, hijos, padres con derecho a una vida digna, no de un número y un diagnóstico”.
Cerca de 100 personas atendidas en el pasado 2024
En este último año, 98 personas fueron atendidas, de las cuales 84 iniciaron un proceso en el centro, con una notable diversidad de edades y procedencias, tanto urbanas como rurales. A través de talleres, actividades culturales, pisos de apoyo y la implicación de 22 voluntarios de distintas generaciones, Ranquines ha tejido una comunidad inclusiva donde la diversidad se convierte en fortaleza y esperanza.
El impacto de su labor es medible y profundo. Según un estudio de la Universidad de Salamanca, el 78,8% de los participantes se sienten en proceso de recuperación, con mayor esperanza y una identidad positiva. Para el 43,5%, Ranquines es su principal fuente de apoyo, y para casi el 18% es el único lugar donde encuentran acompañamiento. La calidad de vida subjetiva alcanza un 69,1 sobre 100, un dato esperanzador considerando la dureza del contexto de exclusión social y las carencias del sistema público de salud mental.
A pesar de los logros, los retos “siguen siendo enormes”: la vivienda con apoyo es aún insuficiente y el 26,2% de los participantes se encuentra en riesgo habitacional; las mujeres muestran mayor vulnerabilidad y menor calidad de vida percibida; y en el ámbito rural, el aislamiento multiplica el sufrimiento de muchas familias.
De esta manera, Ranquines trabaja para romper el estigma, llegar a los pueblos olvidados, atender a los jóvenes y fortalecer redes comunitarias que garanticen continuidad y futuro. Tal y como explican en la memoria, no se trata de un complemento, sino de un derecho: ofrecer dignidad, comunidad y recuperación a quienes, en ocasiones, la sociedad deja atrás.