El mural ‘Vía Crucis’ del pintor salmantino Genaro de No ya luce en su nueva ubicación: el altar de la capilla del Hospital de Los Montalvos, donde ha sido trasladado tras su retirada del antiguo Hospital Clínico Universitario.
El mural, titulado ‘Vía Crucis’, forma parte de la historia de Salamanca, de Castilla y León y de toda España desde que Genaro de No lo pintó en 1975 en la capilla del Hospital Clínico, aplicando la pintura directamente encima del enlucido de la pared de la capilla. El propio autor, fallecido en 1992, acogió este encargo con ilusión para desplegar toda su imaginación creativa, convirtiéndose en una de las obras cumbre de uno de los muralistas más destacados de su época.
El presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, ha visitado esta mañana la obra, acompañado por el diputado de Cultura, David Mingo, y numerosas autoridades, y ha señalado que «el Gobierno de Castilla y León no podía dejar que la obra se perdiese, tanto por admiración, sensibilidad y aprecio al arte, como porque los castellanos y leoneses valoran especialmente todo su rico y extenso patrimonio cultural». Por ello, agradecido a todas las personas, empresas y entidades que han participado en el proceso de traslado y conservación del mural, entre los que ha destacado a la Consejería de Sanidad de la Junta de Castilla y León, la Gerencia de Salud, los directivos del hospital, la Delegación Territorial, la Diócesis y la empresa Uffizzi, encargada de la conservación y restauración de la obra.
Por su parte, la representante de la familia e historiadora de Arte, ha destacado que Genaro de No concibió esta pintura «para estar en la capilla de un hospital, de ahí que tenga mayor importancia el que esté aquí», por el mensaje que transmite de la situación y estados por los que pasan los enfermos. En este sentido, ha insistido en que es «un regalo para toda Salamanca», además en este año, en el que se cumple el centenario del nacimiento del artista.
Así, ha explicado que el ‘Vía Crucis’, de grandes dimensiones, con unas medidas de 15 metros de largo por casi 3 metros de ancho, muestra en un extremo un Cristo sin rostro, «que representa a cada uno de nosotros, simboliza el dolor, el sufrimiento, la soledad, el miedo, la sombra de la enfermedad y después continúa la Vía Dolorosa en la que cada uno se identifica con algo, y una cruz enorme, símbolo de peso de la dificultad de la vida y del enfermo, que muchas veces nos aplasta. Empieza siendo muy madera y después se va abriendo para llegar a la luz, al final con el Resucitado, la confianza, un Jesús que tiene rostro y es la vida. Una acción de gracias por el resurgir a una nueva vida». El pintor pretendía que quien contemplara la obra saliera de la capilla reconfortado tras descubrir el camino de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, viviendo el sufrimiento y el dolor que pueden sentirse en el hospital desde el consuelo y la esperanza.